miércoles, mayo 31, 2006

Especial Yes 1

¿SERÁ EL FINAL?: ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE EL “AUSENTE” PRESENTE DE YES



Quienes de tanto en tanto visitamos el sitio oficial de Yes, Yesworld, venimos advirtiendo, desde hace algún tiempo, que las novedades tratan en su mayor parte acerca de frecuentes cancelaciones y postergaciones de giras (el "More Drama Tour", el “Grand Piano Tour" de Wakeman, la gira de reunión del antiguo grupo de Squire, The Syn) y de ediciones de dudoso o muy escaso interés, por ejemplo el último CD de Conspiracy -la nueva banda de Squire- y el DVD de "9012 Live", quizás el álbum más insignificante de la prolífica carrera de Yes. Y acaban de anunciar una gira de reunión de Asia… (sin palabras).


Este panorama, como pueden apreciar, es bastante desolador y me predispone a pensar que podemos estar asistiendo a las instancias finales de la vida de nuestra venerable y querida banda. Recientemente, Wakeman tuvo que desmentir su partida de Yes, lo cual es signo de un seguro alejamiento, según enseña la “novela” de su larga y tortuosa historia. Como fuera, todo parece indicar que, superando sus integrantes los 60 años, Yes se estaría retirando de la escena con sigilo y sin prisa. Algo por demás comprensible y, diría, deseable.

Pasaron cinco años desde su última obra nueva, “Magnification” (2001), y no se vislumbra un futuro CD para el próximo año. En mi opinión, en “Magnification” ya se presentía el final de Yes, lo que se vio confirmado por las varias ediciones recopilatorias y giras “aniversario” que le siguieron. Esta sensación de estar frente a un momento terminal de la banda no era nueva: obedecía a los severos altibajos que venía mostrando su producción durante la última década, situación que “Magnification” no pudo revertir favorablemente sino todo lo contrario.

Después del marcado viraje hacia el pop que el grupo mostrara en los 80s – que dio lugar a un Yes irreconocible y preocupado por reinar en el mainstream que siempre había combatido- y de una fallida vuelta a los orígenes hacia fines de esa década –coronada por la edición del malogrado “Union” (1991) y el pomposo “Union Tour”-, Yes finalmente produjo la obra que todos esperábamos ansiosos desde “Going For The One” (1977) -con Wakeman nuevamente al mando de los teclados-, que apareció dosificada en los CDs “Keys To Ascension” (1996) y “Keys To Ascension 2” (1997).

Esto fue un verdadero milagro, considerando que la banda necesitó veinte años para generar nueva música que estuviera a la altura de su etapa más relevante durante los 70s (ese prolongado lapso –con el consecuente desgaste creativo- no alentaba mayores esperanzas sobre un progreso real y consistente). Sin embargo, recibí esta buena nueva con serias reservas acerca del futuro del grupo, porque, quiérase o no, “Keys…”, en un contexto no especialmente propicio para la continuidad, había fijado un estándar muy difícil de superar. Y es así que pensé que lo mejor que podía pasar es que Yes nos abandonara luego de este regalo inesperado.

Lo que vino luego de “Keys…” corroboró mis peores pronósticos, ya que, si bien no era predecible que su sucesor pudiera siquiera alcanzar la calidad de aquellos CDs, nada hacía presumir lo que nos depararía “Open your Eyes” (1997), un brusco y forzado golpe de timón hacia el extremo totalmente opuesto, editado –cuesta creerlo- el mismo año que “Keys… 2”!!! Parecía una broma pesada, del peor mal gusto. Una vez más, Yes se rendía a las exigencias del mercado y, merced a su complacencia, fracasaba estrepitosamente en el orden estético (Yes nunca supo moverse con comodidad en ese terreno, salvo en el caso del aislado –y arrollador- éxito pop de “Owner…” en los 80s). La ruptura con “Keys…” fue tan evidente que sus temas brillaron por su ausencia en la gira de presentación de “Open Your Eyes” (asistí a los conciertos de Pittsburgh y Buenos Aires).

Sentí, en ese momento, que Yes tenía los días contados y su final definitivo llegaría pronto. A pesar de todo, esos conciertos los mostraban enteros y saludables, tanto en desempeño instrumental como en apariencia física, aunque en la selección musical primaban unas cuantas versiones correctas de glorias del pasado en desmedro de su última producción.

Parece que la sangre joven aportada por Billy Sherwood en guitarras e Igor Khoroschev en teclados permitió prolongar la agonía y así llegaron a publicar “The Ladder” en 1999. Este CD significó una leve recuperación en términos cualitativos, con algunos momentos logrados. Sin pretensiones, la música de “The Ladder” sonaba honesta y me remitía a aquella simplicidad melódica de “The Yes Album”. Igualmente, Yes no mostraba una dirección muy clara y, menos aún, una evolución de su lenguaje.

Los recitales de la gira que los trajo nuevamente a Buenos Aires en setiembre de 1999, sirvieron para renovar los votos en la endeble mejora que exhibía la banda en su nuevo CD. Recuerdo haber publicado en aquella época una crónica muy entusiasta del concierto que ofrecieron en el Luna Park. Es que daba gusto verlos tan animados y comprometidos con su obra, en un marco visual muy austero que resaltaba la exhuberancia de la música. Además, evitaron sabiamente varios lugares comunes de su repertorio y los solos innecesarios y, a cambio, nos sorprendieron con “Awaken” (de “Going For The One”), una obra bellísima y poderosa (¿tal vez su logro máximo?) cuyas alturas jamás pudieron igualar ni Yes ni ningún otro practicante del progresivo sinfónico.

Luego de esta experiencia, deseé que bien podían cerrar dignamente su carrera de esta manera y retirarse como buenos jubilados a descansar. Pero, dueños de una terquedad a prueba de todo, continuaron hasta editar “Magnification”.

Con este CD dieron otro paso en falso. Fue el golpe de gracia. No pudieron resistir la tentación de tocar con una gran orquesta; el síndrome que suele afectar a todo grupo de rock (o de música popular en general) inconsciente de sus limitaciones, y que Yes había sabido eludir estoica y afortunadamente a lo largo de su carrera (el muy lejano “Time And A Word” de 1969 es la excepción que confirma la regla). Esta vez, la ingenuidad -¿o el afán de seguir lucrando con la “marca Yes”?- se impuso a la sensatez, y el resultado negativo fue, por supuesto, inevitable.

“Magnification”, como transparenta su título, no es más que pura grandilocuencia. Un puñado de canciones amables y pegadizas –de una escritura melódica muy pobre-, adornadas por arreglos orquestales convencionales e insulsos. Un despliegue instrumental desaprovechado. Tanto, para tan poco. La banda, por su parte, suena encorsetada, carente de inspiración. Y, para colmo, el tema más cercano –sólo en apariencia, aclaro- a las suites de los 70s, “In The Presence Of”, no es más que un palidísimo reflejo de “Awaken”.

Por lo visto, el efecto magnificador fue tal que terminó aplastando los últimos restos de la maquinaria creativa de Yes. Mal que nos pese, su “ausente” presente es su lapidario testimonio.

Bueno es, entonces, rememorar aquel “otro” presente irrepetible de Yes. Aquel “pasado” presente luminoso e iluminador que necesitamos recobrar para nuestro presente, tan vapuleado por la creciente hegemonía de las propuestas seudo-vanguardistas de los “Fest” electrónicos –verdaderas apoteosis de la diversión absurda e insensibilizante- y por la descomposición irreversible de una escena de rock mayormente estandarizada e incapaz de generar nada trascendente.